Vamos
a hacer un poco de memoria. Era el principio de los años ’90. Tras la
Transición, España estaba preparada para asumir cambios y reformas. Algunas importantes
iniciativas reformadoras en salud mental habían comenzado ya en Madrid,
impulsadas por un comprometido grupo de profesionales, aprovechando los vientos
de cambio. El Informe del Defensor
de Pueblo (1991) daba fe de la muy deficiente situación en la atención en los
hospitales psiquiátricos. En 1986 se aprueba la Ley General de Sanidad, que
apostó por el modelo comunitario en salud mental. En 1996, la OMS publicó la
Declaración de Consenso Rehabilitación Psicosocial, que formalizó de manera
teórica la filosofía de la Rehabilitación Psicosocial (RPS). Se fue configurando
una generación de profesionales interesados en asumir el reto de apoyar y
conducir las reformas.
Así,
al hilo de la reforma comenzada, en Madrid se comenzó a organizar un sistema de
atención específico en Rehabilitación Psicosocial. Tras un periodo de
deliberaciones –por decirlo de manera resumida-, los servicios comenzaron a ser
creados con la configuración de gestión que hoy ya conocemos: como servicios
financiados de manera pública, gestionados por diferentes entidades, dirigidos con
criterios comunes desde el sector de los servicios sociales, y cuidadamente
coordinados con el sistema sanitario.
En
estas aparece la idea de crear una asociación específica en Rehabilitación
Psicosocial. La AMRP se creó así, como agente integrante del desarrollo del modelo
teórico de RPS, que asigna un rol significativo a la sociedad civil; y como un
instrumento en apoyo del proceso de progresiva creación de nuevos recursos que
se preveía.
Cuando
comenzó la andadura de la AMRP, había mucho, mucho por hacer. Como sociedad
científica de profesionales, había que impulsar y consolidar el nuevo espacio
que representaba la RPS, un espacio previsto en el Modelo Comunitario, pero en cierto
sentido inédito, porque a pesar de que no faltaban experiencias de RPS en el
panorama internacional, ni algunos profesionales que las conocían, en realidad
no teníamos referencias próximas para saber a que se tenía que parecer un
servicio de RPS en Madrid. Habia que buscarlas en modelos creíbles –como por
ejemplo, nuestro interés en el Manual de Liberman-, pero que no se sabía si se
ajustarían realmente a nuestras
necesidades.
Así,
el reto para la actividad de AMRP tenía un doble aspecto. Uno claramente
político, donde AMRP afrontaba la responsabilidad de defender e impulsar el
modelo teórico de RPS –ante una parte del sector profesional escéptico y con
diferente visión y prioridades- ;
y otro aspecto científico en conexión con lo anterior, donde hacía falta definirlo,
justificarlo, validarlo empíricamente, y darle forma en Madrid en la práctica.
La
labor política que afrontaba la de AMRP, y que ha desarrollado en estos años ha
sido, a mi juicio, muy importante, especialmente en un modelo en que han
aparecido y se han ido consolidando diversos actores en la gestión de los
servicios. La existencia de una entidad independiente, integrada por
profesionales de diversas entidades que observaba la realidad de Madrid y se
planteaba su actividad desde ahí, ha aportado al desarrollo de la RPS una plus
de coherencia y de credibilidad.
En
la definición científica de nuestro campo en Madrid, la AMRP también ha prestado
un servicio muy importante. Cuando la RPS comenzaba su andadura en Madrid,
nadie sabía a ciencia cierta que aspecto podría tener un servicio madrileño de
RPS. La AMRP en ese sentido comenzó a organizar jornadas, eventos científicos y
formativos, trayendo a nuestra Comunidad a profesionales acreditados en la
experiencia, algunos pioneros de la RPS en España -como Ramon Blasi-, pero
también de otros países, como Franco Rotelli (Trieste), Dori Hutchinson
(Boston), Geoff Shepherd (de UK), Federico Allodi o Jean Caron (Canadá), etc.
Esa contribución, que se hizo con gran entusiasmo y unos recursos
verdaderamente modestos, y en un tiempo donde el Internet aún no tenia el grado
de accesibilidad que tiene hoy, contribuyó a establecer un estándar creíble
para nosotros y homologable internacionalmente. También, y eso algo muy
importante, favoreciendo espacios de intercambio de experiencias, ha ido
contribuyendo en la configuración de un estilo y unos valores en la formación
de los profesionales de nuestra comunidad y de nuestro país. La inquietud
internacional de miembros de la Junta de la AMRP, en la convicción de que salir
del ámbito puramente local aportaría una perspectiva valiosa, nos llevó a participar en los congresos
de la WAPR en Rotterdam, Hamburgo, París, y sucesivos. Esa actividad facilitó
el intercambio de información y aceleró la evolución del estilo de nuestros
servicios, para ser capaces de elaborar nuestra experiencia de forma propia.
Como
actor desde la sociedad civil, la AMRP se planteó colaborar con las entonces incipientes
organizaciones de familiares, apoyando a personas líderes en su momento como
Silvestra Moreno, o Margarita Henkel, participando en innumerables actos, o
configurando una plataforma desde la que se realizaron muchas actividades
conjuntas en defensa del desarrollo del modelo, como los actos del día de la
Salud Mental. Pero también promocionando eventos pioneros en las actividades
contra el estigma, como el evento “Hagamos Una Locura” en el Teatro Monumental,
en el que se sacó la RPS de sus reductos especializados y se la llevó al
espacio multimedia, y ante el gran público, creando un precedente que ha sido
después replicado muchas veces.
AMRP también fue pionera en la difusión de la
idea de apoyar a organizaciones de usuarios, idea que al principio, en nuestro
entorno, parecía completamente revolucionaria, y que tomó mas cuerpo con el tiempo
en la medida en que esa experiencia fue mejor conocida.
A
mi juicio, la AMRP ha tenido una peripecia exitosa. Sus dos desafíos iniciales
se han cumplido en buena medida. La RPS es un modelo de atención ahora consolidado
en nuestra comunidad, que cuenta con una red de servicios aun en expansión. Y
se ha formado una generación de profesionales que trabaja en el desarrollo de
ese modelo. La AMRP ha sido parte de ese proceso.
Algunas
de las tareas en las que la AMRP fue decisiva inicialmente, han sido asumidas después
por otros actores. La formación, por ejemplo, en la que AMRP tuvo un papel
destacado en sus comienzos, ha sido asumida con medios muy superiores a los
disponibles por AMRP por las entidades que a lo largo de estos años han crecido
y se han consolidado. Sin embargo, el lugar de AMRP sigue siendo importante: nada
podría sustituir ventajosamente a la AMRP como portavoz y observador
independiente especializado de la RPS en Madrid.
Esta
breve reseña de sobre el recorrido de la AMRP no estaría completa sin incluir
su participación en la creación de la FEARP. Tras la visita a finales de 2001 de
Zeb Taintor, a la sazón presidente de WAPR, que nos lanzó al idea de crear una
entidad estatal que se pudiera vincular con la WAPR, comenzamos a considerarlo.
Esa idea fue bien acogida por distinguidos colegas de otras comunidades. Aquí es
obligada la mención a José Uriarte, cuyo entusiástico apoyo a la idea en nuestro
encuentro en el Congreso WAPR de París fue decisivo. La idea se concretó en el
I Congreso Estatal de FEARP, organizado por AMRP en Madrid, que resultó pionero
en varios aspectos. Por ejemplo, fue la primera vez que un congreso de
profesionales, delegó plenamente la organización de una sesión plenaria a
usuarios. También se convocó al evento a usuarios de diversas partes del estado,
para apoyarles y considerar con ellos como apoyar al movimiento de usuarios. Y por
primera vez en, tuvimos ocasión de coincidir directamente con un grupo de
figuras de primera magnitud de la RPS como Marianne Farkas o Julian Leff.
Este
breve recorrido recoge una parte de las contribuciones de AMRP en su primeros
años, en los que tuve el honor de participar desde varias Juntas, y algunos de
los nombres de las personas que contribuyeron a su desarrollo – además de los mencionados,
habría que evocar las contribuciones fundamentales de Miguel Donas, José Manuel
Cañamares, Clara López, Miguel A. Castejón, y otros.
Pero no puedo terminar sin
reiterar mi convicción de que las contribuciones de estas y otras personas, que
formaron parte de las sucesivas Juntas, trabajaron desinteresadamente en la
organización de Jornadas, en la edición de las publicaciones, y en las
distintas convocatorias y actividades, han sido decisivas en la configuración
de un estilo profesional, un modo de entender de trabajo en la RPS; un estilo científico,
humano y solidario que constituye el legado de la generación a la que
pertenezco a los profesionales actuales y futuros.
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