Una de
las obras fundamentales de la orientación “relacional” del psicoanálisis es el
libro de S. Mitchell y J. Greengerg “Object relations in Psychoanalytic Theory”
(Harvard University Press, 1983). Se trata de una obra mayor, con una gran
cantidad de referencias bibliográficas y de autores, y un análisis muy
detallado de la cuestión.
Partiendo
de la constatación de la gran variabilidad de propuestas teóricas que se
acomodan bajo el sello de “psicoanálisis”, muchas veces ignorándose entre si, o
criticándose, o reclamando cada cual la dignidad de ser “el verdadero
psicoanálisis”, el plan del libro es estudiar sistemáticamente y comparar las
diferentes aproximaciones, y proponer una visión sistematizada de sus
similitudes y de sus diferencias.
Más que
poner a competir entre si las distintas perspectivas para dictaminar si alguna
de las orientaciones fuera mas correcta o coherente que las otras, la
pretensión explícita de los autores es establecer un mapa conceptual el psicoanálisis,
enumerar las distintas soluciones teóricas propuestas y contribuir a
“normalizar” la discusión en el campo psicoanalítico, para aproximarla al tipo
de discusión que se produce en otro tipos de disciplinas.
La tesis
de los autores es que, aunque todas las aproximaciones teóricas contengan una visión
valiosa de tal o cual aspecto de la vida psíquica, y que en general, desde un
punto de vista pragmático, tal heterogeneidad enriquece nuestra visión, hay una
dificultad. Y es que todas las propuestas se decantarían en dos versiones
distintas del aparato psíquico que, desde el punto de vista de su coherencia
teórica, resultarían incompatibles entre si. Los autores las denominan “el
modelo de estructura/pulsional” y “el modelo relacional”. La importancia del
tema es que cada una de las visiones tiene determinados correlatos diagnósticos
y técnicos que se siguen de sus posiciones, que conducen a formas de entender
la práctica bastante diferentes.
El libro
es extenso, complejo y minucioso. Comienza con una detallado análisis de la
obra de Freud, en el que los autores encuentran el origen de la coexistencia de
ambos modelos en momentos distintos de su teorización. Sigue un repaso
distintas posiciones teóricas “alternativas” como Winnicott y Guntrip, M. Klein, Fairnbairn. Luego consideran
otros autores que trataron implícitamente de “acomodar” perspectivas: Hartmann,
Jakobson y Kernberg, y M. Mahler, o que ensayaron modelos mixtos como Kohut o
Sandler. El libro concluye con consideraciones e implicaciones. Constatan que
ambos modelos conducen a modelos diagnósticos distintos, y a técnicas
distintas.
Usando
algunas referencias epistemológicas, se muestran escépticos de que haya una
posibilidad de que una de las perspectivas pueda “derrotar” a la otra, pero
expresan su esperanza en que un debate
normal y amplio pueda hacer del Psicoanálisis un campo menos dogmático,
mas abarcativo, y mas permeable a las nuevas informaciones que aportan el
tiempo y la investigación interdisciplinar.
Me
contentaré hoy con tratar de resumir esquemáticamente los argumentos que llevan
a los autores a concluir que ambas perspectivas, la relacional y la pulsional,
conviven e interaccionan en la obra de Freud. Teniendo en cuenta la complejidad
del tema, no necesitaré excusar lo esquemático del resumen, que probablemente
dará también a impresión de imprecisión. Tan solo pretendo dar al lector una
panorámica sobre por donde llevan los autores su análisis, para cuya valoración
exhaustiva resultaría imprescindible consultar el texto original.
El punto
de vista "relacional" se refiere un modelo de aparato psíquico en relación
constante y abierta a la influencia e interacción con el del exterior. Y el
modelo "pulsional" se refiere a un modelo de aparato con un funcionamiento
predominantemente autónomo y autorregulado.
Los
autores creen que, desde sus comienzos con Breuer hasta mas o menos “La
interpretación de los sueños”, la teoría freudiana sería “relacional”.
Luego,
con la introducción del concepto de pulsión (en los "Tres Ensayos para una teoría Sexual" y siguientes),
Freud habría sentado las bases del desarrollo del modelo pulsional.
Pero casi inmediatamente, al desarrollar su proyecto de una “Metapsicología”, Freud habría tenido que empezar a hacer pequeñas pero sensibles adaptaciones al núcleo de su planeamiento teórico pulsional por dos razones. Una para refutar críticas de sus primeros disidentes: Jung, Adler, Ferenzi, Rank. Y dos, para encontrar la manera de que su modelo teórico pudiera explicar su interacción con la “realidad exterior”. Es lo que los autores denominan la “estratega de acomodación”, que en Freud dominaría la mayor parte de su obra.
Pero casi inmediatamente, al desarrollar su proyecto de una “Metapsicología”, Freud habría tenido que empezar a hacer pequeñas pero sensibles adaptaciones al núcleo de su planeamiento teórico pulsional por dos razones. Una para refutar críticas de sus primeros disidentes: Jung, Adler, Ferenzi, Rank. Y dos, para encontrar la manera de que su modelo teórico pudiera explicar su interacción con la “realidad exterior”. Es lo que los autores denominan la “estratega de acomodación”, que en Freud dominaría la mayor parte de su obra.
El
modelo Freudiano Relacional.
Los
autores sostienen que hubo un primer modelo freudiano, que denominan “modelo
del deseo” (“wish model”) que sucintamente se explica así: el aparato psíquico
se guía por un “principio de constancia”, trataría de mantener la energía de su
aparato en un nivel constante, y en caso de ser irritado por estímulos, trata
de “derivar” su energía. ¿Cuáles son estos estímulos? En este primer momento no
hay una gran precisión al respecto: cualquier cosa que represente las
“exigencias de la vida” podría tener esa cualidad.
Freud
propone que el aparato guardaría memoria de las “experiencias de
satisfacción”, y ante nuevos estímulos, re-catectizaría la representación
mnémica de esas experiencias de satisfacción. En eso, la catectización de una pasada "experiencia de satisfacción",
consistiría el rudimento de un “deseo”, susceptible de ser consciente, que
estimularía las conductas motoras necesarias para hacer reaparecer la
percepción de la experiencia de satisfacción para alcanzar una "identidad de
percepción".
La
“identidad de percepción” se logra mediante la obtención de la percepción de
una nueva experiencia de gratificación exterior que se parezca a la recordada.
No existe una gran precisión sobre las características de esa percepción
satisfactoria. En “Estudios sobre la Histeria” la especificidad de esa
percepción viene “del exterior”, de la naturaleza específica de la experiencia
de satisfacción almacenada en la memoria, y no del interior del aparato.
Freud es
específico entonces al señalar que “solo en momentos muy tempranos de la vida,
las exigencias de la vida derivan de las exigencias somáticas mayores”. Para
esa teoría del deseo, éste es muy inespecífico: puede ser sexual, o
destructivo, o de autoprotección, o de seguridad o de afecto.
Hay una primera teoría freudiana de la “defensa”: los deseos pueden devenir “excluidos”. Para Freud, un deseo podría ser percibido con displacer y excluido si se encontrara en oposición la “masa de ideas coherentes” contenidas en el aparato. ¿Como se forma esa “masa de ideas coherentes”? Freud no es muy explícito: se insinúa que un rudimento del ego de la persona ya contendría criterios de auto-aceptabilidad que serían herederos de lo que, en el entorno del desarrollo relacional de la persona, operaría como ideas “correctas”, socialmente aceptables.
Hay una primera teoría freudiana de la “defensa”: los deseos pueden devenir “excluidos”. Para Freud, un deseo podría ser percibido con displacer y excluido si se encontrara en oposición la “masa de ideas coherentes” contenidas en el aparato. ¿Como se forma esa “masa de ideas coherentes”? Freud no es muy explícito: se insinúa que un rudimento del ego de la persona ya contendría criterios de auto-aceptabilidad que serían herederos de lo que, en el entorno del desarrollo relacional de la persona, operaría como ideas “correctas”, socialmente aceptables.
La hipótesis freudiana de la
psicogénesis de síntomas era “traumática”: un acontecimiento / estímulo
exterior que resultara displacentero y no resultara normalmente procesable por
el aparato. El prototipo de acontecimiento traumático resultaba ser una
tentativa exterior de seducción.
Esta
brevísima exposición repasa los elementos de una primera teoría “relacional”
del aparato psíquico, que insinúa una teoría de lo inconsciente, y un aparato
psíquico cuyas estructuras están en inseparable interacción funcional con las percepciones exteriores
desde su misma formación.
El
Modelo Freudiano Pulsional.
Veamos
ahora el “modelo pulsional”. En el desarrollo intelectual del modelo freudiano,
entre 1900 y 1905, Freud busca un fuente interna autónoma de activación del
aparato, y se ve llamado a establecer la pulsión como base de su modelo. Su
concepto de pulsión deriva de la necesidad de precisar sobre la naturaleza del
“motor” de su aparato psíquico.
Freud
observa que en la vida psíquica de las personas hay una serie de “impulsos” que
movilizan a la persona. No se le oculta que la naturaleza de los "impulsos" es compleja: a veces
el aparato se protege, a veces agrede, a veces busca reproducirse. Freud
sugiere que estos impulsos serían parte de la dotación biológica de la persona. De esos impulsos piensa que no está claro cuantos son, y propone una primera aproximación
clasificándolos en dos grupos, los “impulsos de autopreservación” de un lado y los “impulsos sexuales” del otro. Pero se siente inclinado a tratar de distinguir
si algunos de estos impulsos son primitivos o son el resultado de la alianza o
combinación de otros, mas elementales. Y así propone una “mitología” pulsional
basada en la idea de que determinadas zonas del cuerpo – las zonas erógenas-
plantearían demandas elementales al aparato psíquico: esta es la base de su
teoría de unas pulsiones sexuales elementales.
Pero al
elaborar su teoría de las pulsiones, Freud propone algunas novedades. En primer
lugar, Freud ha concebido un modelo energético y propone la “libido”, la energía pulsional que animaría el
funcionamiento del aparato desde las zonas erógenas, energía que tendría la
característica de ser invariablemente “sexual”.
En
segundo lugar ha decidido abandonar la “teoría de la seducción”; ahora cree que
la vida sexual infantil surge de la presión de la excitación pulsional
endógena, y el papel del exterior en ella sería ahora, en su visión, marginal.
En
tercer lugar, hay una nueva visión sobre el origen del conflicto psíquico que
concluiría con la exclusión de la conciencia de determinados contenidos. Freud
estaría –según los autores- intentando construir una teoría bien apoyada en
fundamentos biológicos y evolutivos; las pulsiones elementales cumplían ahora
ese criterio, pero Freud buscaba una fuerza de oposición igualmente innata que
pudiera oponerse a las pulsiones y generase el tipo de conflicto psíquico que
pudiera explicar la represión.
La “masa de ideas dominantes”, en oposición a la exigencia pulsional de su formulación previa, es sustituida ahora por una teoría en la que “las influencias accidentales han sido reemplazadas por factores constitucionales, y la defensa, en el sentido psicológico del término, ha sido sustituida por una represión sexual orgánica”. Ahora, fuerzas internas hacen que el placer inicial de la descarga pulsional sea reemplazada por “repugnancia” o “vergüenza”. Es lo que los autores denominan el surgimiento de “una moralidad sin sociedad”. En este particular momento de la teorización freudiana, alrededor de los “Tres ensayos”, no esta muy claro el estatuto de estas fuerzas que se oponen a la satisfacción pulsional; los autores sugieren que Freud pensaba que esos factores constitucionales estarían relacionados con las funciones (pulsiones) de autopreservación.
La “masa de ideas dominantes”, en oposición a la exigencia pulsional de su formulación previa, es sustituida ahora por una teoría en la que “las influencias accidentales han sido reemplazadas por factores constitucionales, y la defensa, en el sentido psicológico del término, ha sido sustituida por una represión sexual orgánica”. Ahora, fuerzas internas hacen que el placer inicial de la descarga pulsional sea reemplazada por “repugnancia” o “vergüenza”. Es lo que los autores denominan el surgimiento de “una moralidad sin sociedad”. En este particular momento de la teorización freudiana, alrededor de los “Tres ensayos”, no esta muy claro el estatuto de estas fuerzas que se oponen a la satisfacción pulsional; los autores sugieren que Freud pensaba que esos factores constitucionales estarían relacionados con las funciones (pulsiones) de autopreservación.
Para
Greenberg y Mitchell, este es el momento de cristalización del modelo
pulsional. Subrayan que es previo a la formulación de un Super-Yo que medie
las demandas sociales, y a una instancia como el Yo que decida entre las
distinta presiones en conflicto.
En este
modelo de mecanismo, la represión se articula con la idea de la represión
primaria, en que serían los representantes de los objetos primordiales de la
pulsión los que serían reprimidos, los mismos que mediante su relación asociativa con
otros representantes pre-conscientes, estarían en el origen de la represión
secundaria. Lo que, dicho sea de paso, justificaría una estrategia
interpretativa orientada a hacerlos conscientes.
La
“estrategia de acomodación”.
Pero los
autores opinan que Freud no se mantuvo mucho tiempo en esta visión y enseguida se vio llevado a introducir
retoques en su modelo, en lo que denominan la “estrategia de acomodación” entre
las dos visiones, que veremos ahora.
Es casi
imposible hacer un resumen fiel de los argumentos que manejan aquí los autores, que
son extraordinariamente minuciosos y técnicos, de manera que nos habremos de
contentar con ofrecer algunos ejemplos que den una idea de la línea de su
argumentación.
Los
autores hacen un extenso y sutil seguimiento del funcionamiento de algunos
conceptos fundamentales de la obra freudiana, que nominalmente permanecen
inalterados en la teoría, pero cuyo funcionamiento en el aparato cambia en el
tiempo. Ponen su atención en varias áreas teóricas: en el Principio de
Realidad, en la naturaleza de la Pulsión y la forma de su descarga en relación
con el Principio del Placer, en la introducción teórica del Narcisismo, en la
teoría de los afectos y luego, en como contempla el modelo el desarrollo evolutivo de la persona.
Con
respecto al Principio de Realidad, por ejemplo, los autores notan la dificultad
de introducir algo como "la realidad" en su modelo cerrado, y que la realidad,
por decirlo de alguna manera, siempre permanece "en la periferia" del aparato.
Los autores siguen cuidadosamente las formas en que la realidad exterior
influye o modifica en la arquitectura de éste y describen las dificultades y
ambigüedades teóricas que afronta Freud al tratar de explicarlo.
Veamos
algún ejemplo.
La idea
de la libido sexual de las pulsiones sufre una transformación a partir de la
conceptualización del Narcisismo. En el modelo cerrado, la libido pulsional
catectiza algo (la “imagen de la persona”) y así se constituye el Narcisismo
como una etapa intermedia entre el autoerotismo pulsional y la libido objetal.
Pero los fines pulsionales, que originalmente son altamente específicos (orales,
anales, etc.), sufren una transformación en ese paso y pierden su especificidad
finalista.
Es necesario para Freud encontrar una razón para que los fines de la autoconservación
(relacionados con el Narcisismo) se opongan a los fines pulsionales a efecto de hacer posible los
mecanismos de defensa-represión. Los autores describen que existiría aquí en
Freud una significativa ambigüedad, ya que a veces esos fines derivarían de
factores constitucionales internos del aparato (modelo cerrado), o de los
compromisos con las exigencia de la realidad exterior (modelo relacional). Los
autores creen que es difícil explicar en un modelo cerrado como la libido del
yo, que en su momento es propuesta como derivada del investimiento narcisístico
del yo, cambian los fines de la pulsión tal y como éstos fueron originalmente
formulados. La teoría de la sublimación, que tiene que aquí su lugar, encuentra similares dificultades porque
no es sencillo describir en el modelo cerrado, si no es en relación con la
citada “masa de ideas” socialmente aceptables, como los fines pulsionales se
convierten en fines socialmente valorados.
Los autores encuentran parecidas
ambigüedades al desarrollar otros conceptos, como sucede con el
Super-Yo. Aunque su funcionalidad en el aparato permanece mas o menos estable
como entidad responsable de oponerse a la descarga pulsional, hay detalles que
muestran la dificultad de filiarlo en uno de los dos modelos; por una parte, su
filiación como heredero de las exigencias de la educación y de la relación con
los personajes de la crianza, lo situaría en una perspectiva relacional, pero
sin embargo, Freud mantiene propuestas para mantenerlo en una perspectiva
cerrada, proponiendo (después, en un momento en que su modelo pulsional ha
cambiado y la oposición fundamental es ahora entre Eros y Thanatos), que su
energía para oponerse a las demandas eróticas devendría de alguna forma de re-introyección
derivada de la propia pulsión de muerte (modelo cerrado)
Respecto
del papel de la angustia en los procesos de represión, los autores subrayan la
misma oscilación: en momentos, la ansiedad es explicada con procesos
relacionados con el manejo por el Yo de situaciones de crecimiento de la
tensión pulsional no susceptibles de derivación, o a veces por el peligro
representado en la "amenaza de castración", contemplado como un factor atribuido
a circunstancias del “exterior”.
Una
última línea de análisis de las autores, procede el estudio de las ideas
freudianas sobre el desarrollo del aparato psíquico a lo largo de la vida de la
persona. Notan que Freud – a diferencia de Winnicott, pediatra- durante la mayor
parte de su desarrollo teórico, realizó “deducciones psicológicas” a partir de
observaciones en adultos para elaborar su teoría del desarrollo de la persona.
Sus
ideas para una teoría del desarrollo son relativamente tardías. Hacia 1911, aparece en escena el "Principio de Realidad", propuesto como el resultado de experiencias
repetidas de frustración pulsional, pero no se presta apenas atención a las
circunstancias exteriores en las que esa frustración se produce. Los autores
subrayan que no hay marco alguno que ubique posibles consecuencias de las
diferencias de trato en la crianza por parte de los cuidadores reales de la persona (modelo
pulsional cerrado), que son tan importantes en la observación clínica (y mencionan a Bowlby).
Sin
embargo, al trabajar el concepto de Identificación, tal y como aparece en
“Duelo y Melancolía”, se observa claramente como la libido objetal que investía
el objeto perdido retorna al Yo acompañado de las características de la
identificación del objeto ahora alojado en el Yo (modelo abierto relacional).
Esta indeterminación se encuentra también en la propuesta del Complejo de
Edipo, en sus avatares y disolución. Los autores señalan que, para Freud, el curso del Edipo puede verse afectado por la influencia de las
pequeñas indicaciones reales sobre las inclinaciones sexuales de las personas de los
padres, que pueden mostrar como el padre prefiere a la hija y la madre al hijo, y
eso condicionaría las identificaciones del sujeto (modelo relacional). Pero la
exposición plena del Complejo contiene también claras alusiones a un papel de
“factores predeterminados” independientes de los avatares exteriores (modelo
pulsional).
Hay una visión
post-edípica de un aparato psíquico con patrones estables de funcionamiento
relativamente independientes de las circunstancias exteriores, que se pone de
hecho en evidencia al considerar los fenómenos posteriores de transferencia.
Pero la visión cambia mucho al considerar la observación de las relaciones
tempranas pre-edípicas. Los autores enfatizan el hecho de que, a pesar de ser
Freud plenamente consciente de cómo las amenazas narcisísticas reales
(relacionales) preparan el acceso al complejo de castración (la separación del
cuerpo de la madre en el nacimiento, la pérdida del pecho de la madre, la pérdida de las heces), ello nunca condujo a
Freud a una articulación de las relaciones con los objetos pre-edípicos, que si
fue elaborada por sus seguidores. Freud más bien siguió en su idea de que el
peligro principal para el aparato radica en su dificultad para manejar los excesos
de presión en las demandas pulsionales hacia los objetos (modelo cerrado)
Los
autores señalan otra significativa oscilación: el análisis freudiano sobre
cambio de objeto sexual femenino en el Edipo. Para Freud, en un momento sería
atribuible a un cambio fisiológico en la zona erógena directiva del clítoris a
la vagina (modelo cerrado), pero también a la secuencia de sutiles intercambios
pre-edípicos con la madre, que en la higiene efectivamente excitaría las
zonas erógenas y operaría como agente de la “seducción” (constituyéndose en su
objeto) para finalmente llevarla a
la “decepción” por no haberle provisto de pene (decepción
es un concepto más bien relacional). Los autores concluyen que Freud nunca fue
capaz de integrar en su modelo la importancia clínica de los avatares reales de
las relaciones tempranas.
Un
posible marco común para el campo psicoanalítico.
Entre
tanta sutileza teórica para señalar las diferencias entre ambas perspectivas,
es interesante referirse al ámbito que, según los autores, reúne a todas las
perspectivas y permite que en conjunto todo el campo se siga llamado
psicoanálisis y que ellos ven así:
“Todos
los teóricos contemplan una visión dinámica de la vida (psíquica) humana,
considerándola determinada por una compleja interacción de una variedad de
fuerzas motivacionales, que operan sinérgica o conflictivamente; todos creen en
algún concepto de inconsciente (aunque Sullivan alberga alguna duda sobre la
denominación), todos apoyan la idea de que muchos o la mayoría de las
motivaciones que nos mueven operan desde fuera de la conciencia normal; todos
creen que la manera más efectiva de estudiar al hombre, es a través de la
intensa y cooperativa investigación que define al situación analítica”.
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